Cómo contar buenas historias (Subgéneros oratorios: la narración)

Los subgéneros oratorios son formatos clásicos que han demostrado su validez en el arte de la elocuencia desde tiempos inmemoriales. En la actualidad, su dominio sigue siendo fundamental para hablar bien en público. Y, como coinciden en gran medida con los subgéneros literarios, también es un apoyo importante para redactar mejor. En realidad, saber cómo contar buenas historias es esencial para todo tipo de comunicación: la publicidad, el cine, las series de televisión… dependen de ello.

Eso sí, en la actualidad se tiende a cambiar el nombre de las cosas para dotarlas de una falsa actualización. Como si fueran un descubrimiento nuevo. La gente de marketing y los políticos hablan del storytelling como si de un descubrimiento nuevo se tratara. Pero ¡qué va! Demóstenes, Sócrates, Cicerón, el propio Jesús de Nazaret… ya contaban grandes historias humanas en sus discursos públicos.

Cierto es que ahora se ha dado un paso más con lo que se llama el relato, consistente en alterar la realidad contándola de una manera interesada, interpretativa y verosímil para modificar la interpretación general de la opinión pública o, directamente, manipularla. Pero ese es otro tema. Vamos a centrarnos en el arte de narrar, una de las bases de la oratoria.

La narración, o cómo contar buenas historias

Narrar consiste en disponer los hechos para que se comprendan. Supone, por lo tanto, explicar acontecimientos para:

  • Informar
  • Persuadir
  • Entretener

En realidad, siempre conviven las tres finalidades, aunque en función del tipo de discurso primará una otra meta.

Entre los elementos que participan en una narración, conviene destacar los siguientes:

  • Personajes. Pueden ser protagonistas o antagonistas. Los primeros viven la acción y tratan de alcanzar ciertos objetivos personales o comunitarios; los segundos, se oponen a ellos y tratan de evitarlo.
  • Acción. Es el conjunto de hechos que se suceden. Es decir, lo que pasa.
  • Ambientación. Piensa en los lugares y los momentos en los que transcurren los hechos. Influyen claramente en la historia: no es lo mismo un robo en España en el siglo XXI (que podría ser considerado un hurto) a este mismo hecho en la península Arábiga durante la Edad Media, donde posiblemente se saldaría con una mano cortada al ladrón o algo peor.
  • Contexto. Todo se desarrolla en determinadas situaciones físicas y contextuales. En el caso anterior, podría ser una revuelta social o una época tranquila, en cualquiera de los dos supuestos.

Otro aspecto vital es plantear la historia narrada como una sucesión de respuestas a las grandes preguntas del periodismo: qué, quién, dónde, cómo y cuándo ocurren los hechos. A veces, también es importante profundizar en el por qué, aunque esto depende del tipo de narración planteado. En todo caso, tienes que hacerlo con intensidad y generando una emoción en el ánimo de tus destinatarios, ya sean lectores, espectadores u oyentes.

Ten presente que, al construir narraciones, los verbos y los sustantivos son los elementos gramaticales predominantes. Es esencial centrarse en lo concreto, por lo que tienes que prescindir de las generalidades obvias y recurrentes. Olvídate, por lo tanto, de incorporar relatos secundarios que alejan de lo principal, elimina lo inútil, lo insustancial, los ornamentos y los adjetivos innecesarios que, en este formato, serán la mayoría. Es decir, lo accesorio sobra en cuanto lo principal desaparece.

Otra consideración muy útil es que la imaginación siempre procede de la memoria. Por ello, cuanto más sepas, en mejores condiciones vas a estar de contar buenas historias. Por ejemplo, quien imaginó por primera vez el unicornio pudo hacerlo gracias a que conocía los conceptos ‘caballo’, ‘alas’ y ‘cuerno’. De igual manera, no se habrían podido concebir las sirenas sin haber convivido antes con ‘peces’ y ‘mujeres’. La preparación remota, así, es clave para compartir estupendas narraciones.

Tipos de narraciones

Sin ánimo de ser exhaustivo, conviene diferenciar de antemano entre estas posibles clases de narraciones, porque presentan rasgos y atributos distintivos que debes contemplar:

  • Basadas en hechos reales. La objetividad y el rigor adquieren una importancia superior. El principal exponente sería la crónica.
  • Literaria. Aquí importan sobre todo la verosimilitud interna —en lugar del rigor—, la humanización y la transformación imaginativa de lo ocurrido. Hay un claro aporte subjetivo y algún tipo de valoración personal por parte del orador o del escritor.
  • Cuento. Es una narración breve, intensa y con un marcado cariz sentimental.
  • Fábula y parábola. Les dedicaremos un apartado propio en su momento. Son cuentos didácticos con moraleja evidente; se utilizan para cambiar hábitos, ideas o reflexiones de una manera indirecta y más sutil.

Partes de la narración

Este punto seguro que te suena: lo diste en tus clases de lengua del colegio o del instituto. Pero sigue siendo útil, así que tenlo en cuenta a la hora de construir tus próximas historias. Toda narración tiene estas tres partes:

  • Introducción. Sirve para contextualizar, asentar lo que está a punto de narrarse. Por ello, puede incluir alguna descripción —otro subgénero del que hablaremos próximamente—. En todo caso, ha de ser capaz de coger por la pechera al público y sumergirlo de pleno en lo que viene. A menudo, anticipar algo de lo que está a punto de ocurrir, con un toque de misterio, es un excelente inicio.
  • Nudo. Es la acción narrativa en estado puro. Lo que pasa y cómo pasa. Tienes que enganchar e interesar de forma inequívoca.
  • Desenlace. Se trata del momento final, cómo acaba la historia. Debe ser climático —en el sentido de clímax, no de clima—, impactante, memorable y revelador.

Cuando nos referimos a las narraciones oratorias, es mejor que sean historias optimistas, motivadoras. Si no puede ser, conviene proporcionar una salida alternativa o rebajar la tensión. Ten en cuenta que, por lo general, como orador estás buscando una reacción favorable en tu audiencia: si quieres mover a la acción, solo lo positivo lo logra; lo negativo, en realidad, bloquea o molesta.

El talento de narrar

No lo dudes: la capacidad de contar buenas historias es muy importante para la oratoria, tanto clásica como actual. Lo bueno es que no solamente es un talento —algunos estamos más dotados que otros para hacerlo—, también es una potencialidad trabajable. Puedes narrar cada vez mejor los hechos, siempre y cuando los acompañes con estos ingredientes altamente necesarios:

  • Ritmo. El aburrimiento no está permitido. Tienen que pasar cosas, muchas, a gran velocidad y sin monotonía. Tu audiencia debe sentirse como si viajara en una montaña rusa llena de novedades e imprevisto.
  • Interés. La atención es voluntaria, pero cuando decidimos ignorar el resto de los estímulos para centrarnos solo en uno —en este caso, la historia contada— es necesario esforzarse. En esto consiste el interés. Toda tu comunicación debe interesar permanentemente; o sea, ha de merecer la pena abandonarlo todo para enfocarse solo en ella. ¡No dejes ningún hueco que no enganche, o podrías perder ahí a tu público!
  • Interrogantes. Lanza preguntas, enigmas, misterios, activa la curiosidad de tus destinatarios permanentemente. Las mejores novelas de intriga funcionan de este modo: mientras se abren nuevos interrogantes, se van resolviendo los anteriores. Así, el público llega al desenlace absolutamente enganchado.
  • Llevar al final. Esta es la clave: arrastrar a tu audiencia hacia un desenlace de forma ágil y casi inconsciente. Todo va tan rápido y es tan jugoso que sin darnos cuenta hemos llegado al clímax. Que, por cierto, es impactante y memorable.
  • Rapidez. Recuerda que estamos en una sociedad de la urgencia: si necesitamos un dato, Don Google nos lo sirve en cero coma segundos; si queremos contactar con alguien, mandamos un WhatsApp y recibimos la respuesta al instante. Así que la lentitud ya no funciona. Sé cañero, y veloz, en la forma y en el fondo. En resumen, pasan muchas cosas y deprisa.
  • Emocionar. Tienes que llegar al sentimiento desde el principio hasta el final. ¿Lo mejor? Cuenta la historia desde el corazón, vívela en primera persona y deja que fluyan tus emociones al hacerlo.
  • Fantasía. Todos somos niños hinchados de tiempo, nos gusta lo fantástico, lo fantasioso, lo imaginativo. Que le pregunten a Disney…
  • Lo exótico. Los países remotos, las culturas diferentes, las épocas distintas…. nos atraen muchísimo. A priori, ¿donde te parece más atractiva una historia de amor: en un pueblo de La Alpujarra —con todos mis respetos— o en una isla paradisíaca del Pacífico?
  • El humor. Es genial cuando aparece, con naturalidad y verdad; pero es muy peligroso forzarlo. Más importante que las carcajadas son las sonrisas, sobre todo cuando provienen del alma.
  • Sorpresa. Lo previsible no funciona, aburre e invita a la desconexión. Así que rompe esquemas, incluye giros inesperados y sacude a tu público con situaciones impensables.
  • Coherencia. El punto anterior está muy bien, pero esos hechos imprevistos siempre han de ser coherentes y verosímiles dentro de la trama. Por ejemplo, si has presentado a tu protagonista como un pusilánime cobardón, no puede protagonizar de pronto un acto heroico, a no ser que haya atravesado un proceso de evolución personal perfectamente justificado.
  • Elemento humano. Nada interesa más a las personas que otras personas. Especialmente, cuando nos identificamos con ellas; de este modo, no solo escuchamos o leemos, sino que vivimos los hechos narrados.

Algunas recomendaciones técnicas

Terminamos este repaso a la narración, como subgénero oratorio, con algunos factores técnicos que siempre conviene incorporar al contar historias:

  • Claridad. Aplica un orden lógico. Recuerda que quien te escucha no tiene la capacidad de volver atrás y releer si algo no le encaja o se ha perdido, como sí ocurre en una novela. Así que facilita al máximo su labor de seguirte.
  • Viveza. No te metas en jardines ni pierdas el tiempo en parones o detalles insustanciales, ve directo hacia el final.
  • Interés. Insisto en ello, es fundamental. Activa la curiosidad y llega al corazón de modo permanente.
  • Oculta el final. Las historias previsibles aburren o decepcionan. ¡Guárdate un as en la manga para el desenlace!
  • Gozo. Destaca lo gozoso, los positivo, la atractivo y más genuinamente humano de cada situación o sucesión de ellas.
  • Curiosidad. Activa el gen curioso de cada integrante de tu público. Plantea misterios y resuélvelos mientras ofreces otros nuevos.
  • Diálogos. El estilo directo enriquece mucho estas historias. Si decides apostar por ellos, será un gran acierto… pero debes diferenciar quién habla cada vez mediante la entonación, la impostación, el vocabulario, el ritmo, etcétera. Esto, querido lector, hay que entrenarlo, no se puede improvisar.
  • Verosimilitud. No somos magos al contar historias: los trucos literarios u oratorios no han de alterar el curso lógico de los acontecimientos, incluso si estamos narrando desde la imaginación o la ciencia ficción. La coherencia interna es innegociable.
  • Adecuación al público. Salvo excepciones, el orador no tiene por qué ser un cronista. Así que lo importante no son los hechos en sí, sino la comunicación y su finalidad. Por lo tanto, puedes cocinar tu historia de acuerdo al auditorio al que te diriges y sus características. Promueve la identificación y ambiéntala según sus expectativas, intereses y necesidades.

Si aplicas estas pautas, vives con compromiso y entusiasmo la narración que quieres contar y piensas en tu público al hacerlo, te saldrá muy bien. Este cóctel es la clave para enganchar al público. Y, para terminar, una estupenda noticia. Si quieres contar buenas historias, recuerda que las vivencias propias enamoran siempre al auditorio. Entre otras cosas, porque nadie como tú, uno de sus protagonistas, es capaz de contarlas. ¡Anímate a salpicar tus discursos con ellas! Si quieres profundizar más en este tema, mira este vídeo de Abrapalabra sobre la narración y si necesitas contar con un entrenador personal de oratoria, escribe a michelsunen@zummum.com.

Acerca de michelsunenmontorio

Escritor, publicista y profesor de oratoria.
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