Cómo superar el miedo oratorio

Todos podemos hablar bien en público y llegar a ser comunicadores eficaces. Tenemos en nuestro interior los suficientes recursos, potencialidades y destrezas para conseguirlo. Ahora bien, durante el necesario proceso de mejora personal tendremos que enfrentarnos y vencer al miedo oratorio.

Antes o después, todos lo padecemos con mayor o menor intensidad. Tanto es así que algunas personas arrojan la toalla y se bloquean. Por desconocimiento, falta de voluntad o incapacidad de sacrificio, extraen la equivocada conclusión de que hablar en público no va con ellos. Y abandonan. Entonces este miedo se hace más fuerte, se empodera, y llega a parecer imposible superarlo.

Qué es el miedo oratorio

Se llama así a un conjunto de inhibiciones y sensaciones desagradables, tanto físicas como mentales, que experimentamos al hablar en público. Las percibimos con más o menos fuerza; pero están ahí y nos acompañan sobre todo en las primeras intervenciones públicas que asumimos.

Imagina un niño con cuarenta grados de fiebre. Decides introducirlo en una bañera con agua fría y hielo para que ese indicador descienda. Tras un buen rato dentro, su temperatura corporal se ha reducido hasta las treinta y siete grados. ¿Se ha solucionado el problema? En absoluto. El síntoma se ha mitigado y anulado, pero la causa sigue estando ahí, generando lo que sea. En realidad, la situación es peor, porque se podría generar una falsa tranquilidad pensando que el incidente está solucionado. Es decir, siempre tenemos que atajar las causas, no los síntomas, para avanzar en la dirección correcta.

¿Cuáles son sus causas?

Lo mismo sucede con el miedo oratorio. Las sensaciones negativas que experimentamos son indicios de que algo no va bien. Para solucionar ese malestar, manifestado de forma personalizada, hemos de atacar las causas. En realidad, el miedo escénico en oratoria es ocasionado por:

  1. Falta de preparación. Si no tienes la capacitación adecuada, surgirán problemas. En este sentido, recuerda que existen dos clases de preparación para un discurso. La remota dura toda la vida, se apoya en la continua adquisición de conocimientos, vivencias, experiencias, sensaciones e ideas propias que nos hacen entender la realidad y pronunciarnos mejor sobre ella. La próxima es específica de un evento de comunicación concreta: si no dominas el tema hasta el nivel experto, desconoces a tu público, ignoras el contexto y estás mal alineado con el promotor, ¡Houston, tenemos un problema!
  2. Falta de experiencia. Nadie nace aprendido. Todos lo hemos vivido al desenvolvernos en diferentes aspectos de la vida. Al comenzar a andar, al manejar los cubiertos para comer solos, al empezar a nadar o a montar en bicicleta… Conforme acumulamos vivencias y situaciones semejantes, aprendemos de ellas, forjamos nuestro estilo, ganamos serenidad y lo vamos haciendo mejor. Así, cuantas menos veces hayas hablado en público, más víctima potencial serás del miedo oratorio. Dicho en positivo: conforme acumules experiencia, este desaparece o consigues dominarlo.     
  3. Exceso de responsabilidad. Es lógico pensarlo, también nos ocurre siempre: cuando nos jugamos mucho e importante, estamos más atenazados. No es lo mismo dar un discurso de sobremesa con un grupo de amigos, para sonar divertido, que aprobar un examen oral de esa oposición de la que dependen tu futuro y el de tu familia. En este segundo caso, la convulsión interior es comprensible. Tienes que aprender a relajarte, evitar expresarla y confiar en tu preparación y tu experiencia.

Algunos síntomas del miedo oratorio

Los síntomas del miedo oratorio son los cuarenta grados de fiebre de los que hablábamos antes. Se trata de las manifestaciones o signos que el orador mal preparado, inexperto, hiperresponsabilizado o todo ello a la vez experimenta al ir a hablar en público.

Son situaciones personales, cada uno tiene su propio cúmulo de ellos y los percibe de un modo diferente. Sin embargo, existen algunos bastante comunes. Cuando se manifiestan, hasta que seamos capaces de desactivar las causas que los provocan, tenemos que compensar, superar y asumir su presencia.

Lo principal no es no sentirlos, sino impedir que el auditorio sea consciente de ello. En general, luchar para evitarlos ya es un paso clave para conseguirlo.  

A continuación, vamos a repasar los nueve síntomas más habituales de este miedo en la oratoria actual.

Sudoración         

Es el llamado efecto Camacho. Solo tienes que evocar o buscar en internet la imagen de este entrenador de fútbol español en el Mundial de Corea. Cuando las glándulas sudoríparas se disparan, y sus efectos se aprecian en la vestimenta, resulta sofocante y un tanto vergonzoso.

Ni siquiera es necesario que el ambiente sea cálido, es el calor interior el que lo genera. De todas formas, si está en tu mano refresca la sala antes y durante tu intervención: aire acondicionado, ventilador, apertura de ventanas…

También es clave que elijas muy bien tu ropa: ha de ser fresquita y, sobre todo, aislante del sudor, el cual no debería poder empaparla. Curiosamente, llevar varias capas es una buena opción.

Evita el consumo de líquidos antes de hablar, si tienes este síntoma, y sobre todo sigue como si nada. Cuando el sudor ha aparecido, ya no tiene remedio, salvo hacer un gran discurso que lo convierta en una anécdota.

Sequedad           

¿Has sentido la lengua alguna vez como si fuera la suela de un zapato? A menudo, ocurre por estos miedos oratorios que estamos comentando. La sensación resulta desagradable, y puede llegar a provocar fallos en la pronunciación.

Con todo, combatirlo es bastante sencillo: lleva un caramelo de limón o un pellizco de sal para que empieces a salivar más y este efecto se mitigue.

Por cierto, evita tomar refrescos de cola y aceitunas antes de hablar en público, porque resecan la boca.

Temblores   

Yo lo llamo el baile de san Vito. Consiste en realizar movimientos corporales descontrolados, los cuales acaban dando una imagen poco profesional y nada fiable del comunicador.

Lo mejor, en estos casos, es exponerse corporalmente lo menos posible: emplea una mesa que te tape o protégete detrás de un atril. Si bien es cierto que la posición de pie comunica más y llega mejor al auditorio, los oradores inexpertos se sienten mejor cuando una gran parte de su cuerpo está cubierta. ¡Ya llegará el momento de hablar de pie cuando seas experto y estés bien preparado!

Una táctica alternativa es desviar la atención de tu persona utilizando ayudas visuales: presentaciones, audiovisuales, muestra de objetos, juegos de luz y sombras, etcétera.

Malestar              

Es una sensación de vacío estomacal, alteración gástrica y congestión física que se acumulan al afrontar estas experiencias. ¿Qué debes hacer, para compensarla o frenarla? Básicamente, cuatro cosas:

  1. Piensa en positivo. Visualízate triunfando y refúgiate en los hábitos y los pensamientos que te hacen sentir bien.
  2. Ejercicio físico. No se trata de ir en chándal y hacer flexiones o dominadas en la tribuna de oradores. Pero te conviene ir andando hasta el lugar y subir las escaleras para activarte.
  3. Piscolabis. Toma algo que te asiente el estómago y te aporte un plus de energía. Eso sí, sin pasarte: si te cebas, también te sentirás incómodo.
  4. Aprovecha tu energía natural y actúa como si no lo sintieras.

Debilidad  

Es semejante a la anterior, solo que se manifiesta en una autopercepción de ausencia de fuerzas. Se aprecia en suspiritos y decaimiento general.

Los remedios son los mismos: tomar un tentempié, activarte con el ejercicio físico —o como seas capaz de hacerlo— y practicar la visualización positiva.

Palidez / Rubor  

Son los temidos efectos vampiro y Heidi. El primero envuelve de blancura el rostro y le otorga cierta apariencia de enfermo. El segundo se traduce en la aparición de coloretes rojos en los mofletes, sobre todo.

En realidad, el comunicador lo siente así, pero normalmente apenas se nota. Quizás desde la primera fila, pero habitualmente ni eso. Lo mejor es pasar y actuar como si nada; o bien, utilizar algo de maquillaje para compensarlo.

Mariposeo           

En realidad, es más como un enjambre de abejas con aguijones inmensos revoloteando en anarquía por tu cavidad estomacal. La acumulación de experiencia suavizará sus efectos pronto. Entre tanto, genera adrenalina y sigue adelante. Es como las hemorroides: debes sufrirlo en silencio, hacia adentro, sin que nadie lo note.

Hieratismo

En la tribuna de oradores, ¿pareces una figura de cera o una celebridad caduca que se ha pasado con el bótox? Esa tendencia a la parálisis puede ser otra manifestación de miedo oratorio.

Concéntrate en ser tú, de forma natural, y recuerda cuál es tu motivación para estar ante el auditorio. Mira al público y entusiásmate al comprender qué oportunidad tan bonita tienes de poner lo propio en común

Muletillas    

Es una cuestión compleja y costosa de erradicar. Los latiguillos o muletillas son repeticiones de palabras, sonidos o movimientos descontrolados que no aportan valor a la comunicación. De hecho, su acumulación acaba despistando.

Su presencia intenta llenar la inseguridad que genera la existencia de silencios. Sin embargo, el silencio comunica; los vacíos no. Ahí está la diferencia.

No queda otra que identificar cuáles son tus muletillas y trabajarlas concienzudamente, a largo plazo. Se trata de llegar a reconocerlas antes de que se produzcan. El problema es que, durante algún tiempo, acaban siendo reemplazadas por otras.

Y es que, como hemos adelantado en este mismo artículo, la clave para vencer el miedo oratorio está en erradicar sus causas, no los síntomas. Tres son las acciones que debes llevar a cabo siempre: prepárate, gana experiencia y desdramatiza. Si lo necesitas, contáctame en Zúmmum y te ayudaré a superarlo mediante entrenamientos de oratoria totalmente personalizados.

Acerca de michelsunenmontorio

Escritor, publicista y profesor de oratoria.
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