Nos somos nadie / Haciendo cola

Real Zaragoza – SD Amorebieta

Hundidos por las últimas actuaciones y resultados del Real Zaragoza, y asolados por la plaga de bajas, la victoria ante el colista se hace imprescindible para poder seguir soñando y evitar el riesgo de vivir otra pesadilla.

No somos nadie / Aragón Deportivo

La frase con la que he titulado este artículo refleja a la perfección el estado de conmoción, duelo y desesperanza en el que nos encontramos. Llueve sobre mojado; llevamos once temporadas en los sótanos del fútbol profesional y la sensación de eternización es tal que el ánimo decae en paralelo a la incapacidad de nuestros futbolistas, técnicos y directivos.

La expresión «No somos nadie» es una frase hecha, un tópico que utilizamos cuando no sabemos qué decir, porque los acontecimientos son tan contundentes que las palabras sobran. Así, la utilizamos como epitafio de convención cuando una persona conocida ha fallecido. Y cuando a alguien le ha sucedido algo malo y queremos ser solidarios, aunque nada de lo que digamos va a servir para calmar el malestar.

Pues eso. ¿Qué puedo decirle al zaragocismo en esta situación de decadencia crónica? ¿Existe algún mensaje de consuelo, ánimo o esperanza que permita mejorar la situación? Lo dudo mucho. Está dicho casi todo y, lamentablemente, nada cambia. No somos nada, en el sentido relacional y literal de la frase. Porque nos hemos convertido en un equipo ramplón, mediocre y plano instalado en la zona media de la segunda división del fútbol español. Es así de duro. Pero tan cierto como que fuimos campeones de la Recopa y competíamos de tú a tú con los mejores.

ARRASTRANDO LAS MISERIAS

No pretendo hacer leña del árbol caído, pero es la única manera de reciclarla para empezar a cambiar. Esta plantilla está yerma de calidad, fiabilidad y confianza. El equipo se ha caído. Y eso que todos pensábamos al empezar la temporada que los refuerzos lo eran y el arranque fue esperanzador. Pero no. Es nuestro sino. Ya no jugamos a nada. Nos conformamos con bloquear cada partido, da igual a quién nos enfrentemos. Jugamos a que no pase nada. Al mínimo común divisor. A cerrar la portería, dejar que pase el tiempo y madurar los partidos tanto que acaban sin dar fruto. A menudo empatamos. A veces, perdemos. Si suena la flauta y hacemos un golillo, tal vez ganemos. Así, sin personalidad, ambición ni ganas de ganar, no somos nada. Un convidado de piedra que, probablemente, no pasará problemas para salvar la categoría. Pero que está a años luz de lo que exigido para optar a abandonarla y progresar.

De acuerdo, estamos a seis puntos de la promoción y las matemáticas dicen que aún tenemos posibilidades. Es una utopía. Porque para remontar, con tantos equipos entre medio, necesitamos ganar varios partidos seguidos. Y no somos capaces. Somos un equipo mísero, inapetente, previsible. Los peores rivales de la categoría se nos atragantan y los mejores, con frecuencia, nos ganan por esa condición.

En consecuencia, nos vamos desangrando en una competición que nunca ha sido tan barata para estar arriba. Ni aun así somos capaces de alcanzar un taburete y subirnos un poquito.

DE QUIÉN ES LA CULPA

Por mucho que los profesionales del Real Zaragoza se mosqueen tras las protestas de la afición zaragocista, la única verdad incuestionable es que es lo único que está a la altura de este escudo. Lo ha estado siempre. En el proyecto actual, ni los futbolistas, ni los técnicos ni los directivos se deben ir de rositas.

Los jugadores son mediocres y/o están en baja forma. Claro, los aficionados no esperanzamos con los nombres que llegan al equipo, pero los técnicos son los encargados de saber en qué estado se encuentran. ¿Cómo podríamos imaginar que Sergi Enrich llegaría en modo geriátrico o Manu Vallejo con la necesidad de hacer una dieta detox intensiva? ¿Quién nos iba a decir que Baquis se traería el sambenito de las lesiones o que el portero Poussin, de infausto recuerdo, aunque siga en la plantilla, regalaría puntos como si fuera un infiltrado?

Los técnicos han fallado, sobre todos los entrenadores. Ni Escribá ni Velázquez han sabido construir un equipo ganador con estos mimbres. Ambos han tratado de convertirlo en no-perdedor, lo que es insuficiente para aspirar al ascenso, ni aunque esté más regalado que marcar con Poussin como portero. Poca ambición y nulo rendimiento. Dos ceros más a la izquierda. Por muchas elocuciones que suelten en las ruedas de prensa para defender lo indefendible.

¿Y los de arriba? Desacertados, inapetentes y ausentes. Cordero, Sanllehí y Jorge Mas, respectivamente. Tampoco la fortuna ha estado a nuestro lado, con la lesión de Guti como guinda y las desacertadas actuaciones arbitrales como constante.

Lo dicho al empezar. No somos nadie.

Haciendo cola / Don Gols

Llega el colista a nuestro estadio. Lo que debería ser motivo de alegría, expectación y optimismo se convierte en todo lo contrario para un Real Zaragoza como el actual. Somos un club negado cuando nos enfrentamos a los peores equipos de la categoría, con los que solemos perder y, con frecuencia, empatar. Así que la visita del farolillo rojo emplea este color como sinónimo de alerta, peligro, amenaza y muchísimo cuidado.

Por desgracia, estamos a la cola en fiabilidad, producción ofensiva y actitud ganadora. Aunque competimos con solvencia ante los rivales más potentes de la categoría —lo cual no siempre nos da para imponernos— bajamos nuestras prestaciones hasta límites abyectos cuando los rivales más bajunos nos visitan, o nos reciben, y acaban imponiendo su modus operandi.

Con un punto obtenido de los últimos nueve, la victoria no solo es imprescindible, sino que sería una exigencia para cualquier club ambicioso de la categoría. Sin embargo, llueve sobre mojado —y muy resbaladizo—, todos conocemos el percal en el que nos movemos. La impaciencia y la desesperación están calando en los aficionados y, por ello, este partido fácil a priori podría convertirse en otro detonante mayúsculo del enfado del zaragocismo.

Ojalá no sea así. Seamos inteligentes y animemos a los nuestros durante el choque; a fin de cuentas, nos beneficia a todos. Si las prestaciones, implicación y resultado de los nuestros no son los exigibles, al terminar el match será el momento de manifestar nuestra decepción. Para ganar, hay que estar juntos y no dar concesiones. Ni la afición, ni los técnicos ni los futbolistas.

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Acerca de michelsunenmontorio

Escritor, publicista y profesor de oratoria.
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