¡Ese espíritu navideño!

Cuando las barbas de Papá Noel veas pelar, pon las tuyas a remojar. ¿O no era así el refrán? En cualquier caso, permitidme la licencia. Tenemos otra vez la Navidad a la vuelta de la esquina, la próxima semana se celebra el sorteo de la Lotería y con él, definitivamente, las fiestas más blancas y emocionales del año desembarcarán de nuevo.

¿Estoy en modo Grinch? Sinceramente, no lo creo. Pero aunque las lucecitas de colores iluminan las calles de casi todas las ciudades españoles, los comercios se pueblan de juguetes, los lineales de turrones, cavas, bombones y alguna pandereta, y las familias empezamos a ser conscientes de lo que nos aguarda, la vida continúa.

Un panorama preocupante

En mi opinión, la realidad no refleja ese espíritu navideño que se le presuponen a estas fiestas. ¿Hacemos un repaso, sin acritud —como decía aquel— del panorama? Pues ale, vamos a tomarnos antes una copa de cava aragonés para templar el cuerpo ante lo que se avecina. Porque vienen curvas, turbulencias y agitadas circunstancias.

1 ) Ayer, en Estrasburgo, se cargaron al terrorista h.d.p* que había atacado el entorno del histórico mercadillo navideño de esta localidad francesa. Y yo que pensaba, en mi inocencia, que jamás me alegraría la muerte de ningún ser humano… Quizás alegrarme no sea la palabra adecuada, pero me reconforta y tranquiliza. Lo cual, en realidad, ni me reconforta ni me tranquiliza.

2 ) Los independentistas catalanes siguen haciendo de las suyas. Como Pedro por su casa, pero en la casa de todos. El problema no solo se ha enquistado, sino que está degenerando a marchas forzadas, agrandando el desencuentro y radicalizando las posturas de unos y otros hasta extremos insalvables. El creciente protagonismo de los CDR, con sus actitudes violentas y cada vez más extremistas, me hace pensar que más pronto que tarde todo esto terminará degenerando y habrá vidas en juego. No soy nada optimista al respecto… D.E.P.

3) El panorama social y político en España se radicaliza. Los extremos están ampliando seguidores mientras extreman sus propuestas y demandas. Mientras los unos discuten sobre si exhumar o no al dictador Francisco Franco, en la calle y en las redes sociales el innecesario enfrentamiento se vuelve cada vez más tórrido, irracional y agitado. ¿De qué sirve volver la mirada hacia lo peor del pasado, cuando el futuro se muestra complicado? No se trata de moderación, sino de convivencia. Y cada vez veo menos actitud en nuestra España. Nos convendría iniciar una segunda transición… ¡pero hasta se cuestiona la primera!

4) Los más agoreros hablan de una nueva crisis económica mundial a corto plazo. Pues lo que nos faltaba. Aún no nos hemos recuperado de la última y ya se está formando la siguiente. Esto se asemeja a esos países sacudidos por la furia de la naturaleza, que todavía no han salido del último huracán cuando les llega el maremoto. En estos casos, siempre surgen héroes. Pero ¿dónde están los nuestros?

5) ¿Qué hace, por ejemplo, nuestro presidente, aparte de viajar en helicóptero y mirar en equis a las cámaras —tanto de televisión como parlamentarias—? Simple y llanamente… asegurarse el cuscurro. No es el mejor estímulo tener un gerente patrio de este tipo, que solo mira por lo suyo y apuesta por el más radical ultracortoplacismo. Sin presupuestos, sin respaldo, con unos aliados presidenciales que son los enemigos y con menos miras que un topo en una mina, el país vaga a la deriva entre proclamaciones populistas y desencuentros grandilocuentes que, en realidad, solo son muescas políticas que no van a ningún sitio.

A las puertas de la Navidad

Así, llega la Navidad. La época de la ilusión, la generosidad, el buen humor, la sensibilidad, la convivencia, la alegría y el darse a los demás. O, al menos, así habría de ser. Tras el sorteo de la Lotería del próximo sábado 22, todos nos prepararemos para las celebraciones. Compraremos, beberemos, comeremos, regalaremos, viajaremos, soñaremos, lloraremos y reiremos. Nos emocionaremos. Viviremos.

A pesar de todo.

Porque algo tiene la Navidad que, con todo lo malo y lo injustificable sobre lo que acontece, siempre acaba ofreciendo algún detalle, cierta chispa, una vivencia, capaz de convencernos de que todo es mucho mejor de lo que nos parece. Que así es la vida en realidad, aunque nos olvidemos de ello el resto del año. Que estamos aquí para hacer las cosas bien, para disfrutar, para querernos.

Y que cuando las cosas no van bien, somos cada uno de nosotros los que podemos mejorarlas, aunque sea un poquito, con un sinfín de pequeños buenos gestos continuados.

Pese al panorama que he descrito, me vuelve a ilusionar la Navidad.

Quizás sea la impronta de ese Niñito que nació en un pesebre de Belén bajo una estrella: en Navidad comprendo más que nunca que todos somos únicos y, si nos lo proponemos, podemos iluminar a los demás.

*           *          *

(*)  h.d.p: Hijo de puta, solo que más fino.

Acerca de michelsunenmontorio

Escritor, publicista y profesor de oratoria.
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