Cómo retratar a los malvados (2 de 3): la gestión de personajes

Siguiendo con estos tres artículos prácticos sobre la creación de excelentes malvados literarios, y tras ofreceros en el post anterior algunas consideraciones generales útiles para construir buenas descripciones y retratos, hoy voy a hablaros de la relación entre el autor y sus personajes.

La idea es aportaros algunas pautas y procedimientos valiosos para que podáis describir a vuestros antagonistas de manera impecable. ¿Empezamos?

Claves prácticas para trabajar los personajes

Debes saberlo TODO sobre tus personajes. No solamente aquello que es determinante para la novela o el relato que estás escribiendo, también el resto. ¡Nunca se sabe cuándo podrás necesitar echar mano de ello!

Cómo organizar la documentación

Las técnicas que utilizamos los escritores para compilar y archivar la información de cada personaje dependen de nuestro estilo personal y nuestros hábitos. Sin embargo, estas son algunas de las opciones que suelen ayudarnos:

  • Fichas del personaje. Prepara una hoja o un archivo con todos los datos que lo caracterizan: físico, detalles, estilo, circunstancias, biografía, vivencias… Cuanto más completa sea, mejor podrás profundizar en su retrato, porque tendrás una capacidad de selección mucho mayor. Además, cuando te haga falta —que te hará— encontrarás rápidamente el dato o la información que necesitas.
  • Dibujo o bosquejo. Es un excelente recurso, sobre todo si tienes buena mano: realiza un croquis de cada personaje e indica allí la información más relevante.
  • Foto de referencia. Es una variante de la anterior y, en confianza, no requiere talentos especiales. Encuentra una fotografía que refleje sus características físicas o de estilismo y guárdala entre tu documentación. Siempre podrás consultarla para refrescar tu recuerdo. Puede ser de una celebridad, de un conocido o, simplemente, de un desconocido de una publicación cualquiera: solo tiene que servirte.
  • Determinar lo que es único. Tenlo claro desde el primer momento. ¿En qué radica la originalidad de ese personaje? No cuentes con él, ni escribas sobre él, hasta que no lo sepas.
  • Listado de descriptores. Enumerar los indicadores y los rasgos que has incorporado al personaje también te vendrá bien. Podrás consultar esta información y ampliarla sobre la marcha, lo cual resulta muy útil si escribes una saga… durante varios años.
  • Ausencia de clichés. Olvídate de lo evidente, lo manido, lo que cualquiera dice. Sé creativo. ¿Tu asesino tiene las manos heladas? No digas que son frías como el hielo, ya que también las tiene así tu charcutero o la vecina del quinto. ¿Qué te parece frías como la culata de una Glock? Mucho más impactante y descriptivo, ¿verdad?

Solo los rasgos necesarios

Lo secundario no interesa cuando lo principal desaparece. La profusión de información obtura, atrofia y debilita la percepción. Tú debes saberlo todo sobre él o ella, pero a tus lectores tan solo debes ofrecerles lo esencial. El resto… lo completarán con su imaginación, y así el personaje les resultará más personal e íntimo.

Explica cómo se mueve, qué lo diferencia, cómo viste o se peina, cómo se comporta… pero no lo yuxtapongas todo sin filtros ni criterio.

Estilo de tus retratos

Tú tienes tu estilo, único, original y diferente a cualquier otro. Poténcialo. Pero debes asumir los límites del arte y adaptarte a ellos, así como a las exigencias de tu historia.

Antes de abordar tu tarea literaria, considera estas cuestiones sobre los matices del estilo:

  • ¿Corto o largo? ¿Qué extensión debe tener tu retrato? Antes, la ficción popular (las novelas por entregas) gustaban con párrafos descriptivos larguísimos y prolijos. Eran otros tiempos. Ahora, cada vez más, vivimos en una sociedad de la imagen: el lector espera pocas pinceladas, pero reveladoras y seguras. Administra la información como consideres pero, si tienes muchos rasgos que contar sobre ese personaje, no los concentres todos a la vez: mézclalos junto a la acción narrativa.
  • Descriptores principales. A tenor de lo anterior, es evidente y ya lo hemos dicho antes: incluye solo lo excepcional, diferencial y valioso para tu historia. Lo inferior o prescindible, sobra. Luego estorba.
  • Creatividad. Cautiva, seduce e involucra al lector con tus palabras. No te conformes con escribirlas: asegúrate de que producen imágenes mentales en sus receptores. De que las visualizan. Fíjate en estas dos palabras, que significan lo mismo: progenitora y… mamá. La primera es poco más que texto; la segunda, vivencias, experiencias y vínculos personales que experimentamos al leerla. Ese es el camino: las hipérboles, las metáforas, las personificaciones, los símiles y el vocabulario que emociona.
  • Sin florituras ni artificios. Olvídate de esa prosa tan preciosa que vive en sí misma. Al describir, lo principal es comunicar con impacto y rapidez. Para poder pasar a la acción lo antes posible, con esa información adicional en la retina.
  • Sinécdoque. Identificar el todo por la parte, es decir, usar un rasgo para representar al personaje es un buen recurso nemotécnico. ¿A que te acuerdas del albino, malísimo, de El código da Vinci? El resto de la novela solo era entretenida, pero en seguida lo reconocíamos a él, en cuanto aparecía.
  • Cinco sentidos. Dota de vida y refleja todas las sensaciones respecto a tu personaje. A menudo, un aroma o un tono de voz es mucho más memorable que la montura de unas gafas.
  • Cuidado con los descriptores dobles. Tienes que ser coherente. ¿Sigues la serie The Good Doctor? Es un magnífico ejemplo: su protagonista es un cirujano excepcional, de elite… pero autista. Por más que le interese a los guionistas en su trama, es incapaz de sentir empatía por nada ni por nadie. O sea: si tu malvado es hiperactivo, tenderá a estar inquieto y a descentrarse, incluso mientras está cometiendo sus maldades.
  • Ayudarte de los demás personajes. Recuerda que cada descripción describe a quién la hace. Por eso, si utilizas a uno de tus personajes para que describa a otro, estarás describiéndonos a ambos. Puede ser un gran recurso.
  • Buena administración. Insisto: distribuye los rasgos y las cualidades de tus personajes durante toda la trama. En dosis pequeñas pero extraordinarias. Y no hay mejor forma de describir cómo es alguien… que contarnos lo que hace.

Conclusiones finales

En definitiva, al gestionar las descripciones de tus personajes, ya sean buenos, malos, neutros o de todo —como solemos ser la mayoría—, debes apostar por ser breve, preciso, visual, diferencial —huir de lo común—, multisensorial y ordenado, evitando lanzar un salpicón anárquico de elementos dispersos. La continuidad, la capacidad de hacer visible lo que cuentas y el uso de palabras que producen imágenes mentales son excelentes aliados.

Además, has de tener una habilidad de relojero suizo para elegir los momentos idóneos para incluir tu descripciones. ¿En qué instante de la historia? ¿En qué parte de la acción? En teoría, interrumpir el clímax de una secuencia clave con elementos descriptivos es un error, porque ralentizas el desenlace y puedes frustrar a tus lectores. Pero, por otra parte, el paralelo es la base de la intriga. Como en las relaciones sexuales, si lo sabes hacer bien puedes alargar la experiencia y culminarla después… con los mayores honores.

Y esto es lo que te quería contar. En el próximo artículo, el último de esta serie sobre cómo retratar a los malvados, te explicaré muchas cosas concretas sobre los malvados. Qué tipos hay, qué aspectos has de considerar y cómo perfilarlos para hacerlos creíbles, detestables y admirables a la vez. Ya están afilando sus cuchillos, cargando sus pistolas, pero todavía no ha llegado su momento.

La próxima semana.

[Continuará…]

Acerca de michelsunenmontorio

Escritor, publicista y profesor de oratoria.
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