El síndrome de Atila / Alivio y decepción

Real Zaragoza – Albacete Balompié

Hoy termina la temporada 23-24 en Segunda División con un Real Zaragoza salvado, pero completamente alejado de los objetivos iniciales. Hay que cambiar muchas cosas de cara a lo que viene, sin margen de error ya después de tantos años acumulados en este subsuelo competitivo.

El síndrome de Atila / Aragón Deportivo

Qué ganas tenía. Esta temporada ha sido insufrible como pocas; aunque, por lo menos, podemos acudir tranquilos a este partido final con los manchegos. Más allá de los irrelevantes tres puntos en juego, salvo para traducirlos en unos miles de euros con los que completar ciertos sueldos, el aliciente principal será despedir a nuestra vieja Romareda como se merece. Ya nunca volveremos a verla como ahora, porque la próxima vez que la poblemos el Gol Sur habrá desaparecido. A partir de ese momento, la transformación será completa.

Vamos a vivir una renovación casi integral que también debe acometer nuestro equipo. Tras la penosa, lamentable y catastrófica campaña realizada, vuelve a tocar a rebato y urge fumigar, vaciar el trastero de muebles y activos inservibles y redecorar la plantilla para poder acometer el tan ansiado regreso. Por desgracia, es una constante cada temporada. De nada sirven las directrices deportivas previas cuando, fracaso tras fracaso, hay que derribarlo casi todo y reconstruirlo de nuevo cada vez.

TIERRA QUEMADA  

La política de tierra quemada es una táctica militar que consiste en arrasarlo todo, destruir absolutamente cuanto puede ser de utilidad al enemigo conforme este avanza o se retira de un territorio. El objetivo es claro: minimizar sus suministros e impedirle aprovechar nada a su paso. Cada día tiene que partir de cero, administrando lo que tiene y abandonando la esperanza de encontrar algo productivo en el camino.

Solo los chicos de la casa ―los de siempre más los de nuevo cuño― y alguna que otra excepción entre los recién llegados ―como Badía o Mesa― han aportado a la causa en esta fatídica temporada. El resto no lo han hecho. Y, en esta categoría tan compleja en la que todo se decide por jugadas puntuales y actitud, quienes no suman te restan.

Así que toca airear y exterminar la plaga de vagos, insulsos, conformados, exjugadores, fofisanos y bultos sospechosos que nos han lastrado. De acuerdo, no es fácil acertar de pleno cuando contratas a doce o trece jugadores. Pero es seguro que fallamos si nos quedamos con un buen número de los actuales.

La cuestión es quién se encargará de tomar estas decisiones. En la dirección deportiva de un equipo profesional, el orden de los factores sí altera el producto. Lo primero es establecer quién va a liderar el barco y otorgarle los galones y el mando en plaza necesarios. A partir de ahí, procede definir un estilo de juego, un plan estratégico y empezar a armar el cesto con los mimbres adecuados. Hay que conservar a los activos y reemplazar a los pasivos por otros mucho más productivos y eficaces. Los que lleguen tienen que ser determinantes, ni medianías ni apuestas desnaturalizadas. Para apostar, sinceramente, lo hacemos con los nuestros; con los chavales de la cantera, esos que nunca se arrugan y sabemos que, al menos, siempre hacen cuanto pueden.

ATILA Y LA HIERBA  

Este archifamoso rey de los hunos fue conocido también como el Azote de Dios. Desde luego, Atila no era uno de esos tipos a los que te apetecía ver venir hacia ti montando al galope en su caballo Othar, del que aseguraba que por donde pasaba ya no volvía a crecer la hierba.

Necesitamos buenos futbolistas para la temporada que viene. Conformar un muy buen equipo. Para ello, nos vendrán bien algunos Franchos, Mollejos y Azones; pero siempre en modo complementos, no estelares. Sin calidad suficiente en las áreas, en las alas y en la sala de máquinas, sin buenos conceptos ni capacidad de estímulo desde el banquillo, naufragaremos de nuevo.

Hemos dilapidado demasiadas temporadas ya de todas las formas posibles, muchas de ellas deshonrosas. Como esta última. Si seguimos coqueteando con el descenso, si jugamos con fuego de nuevo, acabaremos cayendo al más abyecto abismo. Porque en el infierno ya estamos. Y no tanto por jugar en Segunda, sino porque a fuerza de insistir nos está contagiando sus miserias.

El síndrome de Atila nos obliga, fracaso tras fracaso, a ver sin hierba la realidad zaragocista; es decir, a plantar y abonar un nuevo campo para intentar reconvertirnos. La próxima campaña tenemos que volver a hacerlo. Ojalá que al jardinero Vífer le den, esta vez, semillas y fertilizantes suficientes para estar en condiciones de obtener el fruto deseado.

Alivio y decepción / Don Gols

La suerte está echada en esta infausta temporada en la que hemos vuelto a soportar, en el alambre, infaustos sufrimientos. Todo lo que ha podido salir mal en ella, salió peor. Salvo las primeras cinco jornadas, que elevaron nuestras expectativas hasta niveles estratosféricos, el resto fue otra vez para olvidar. Ni las lesiones, ni las desgracias, ni las actuaciones arbitrales ni los infortunios nos han sido esquivos; al contrario, se mostraron crueles. Pero después de once fracasos consecutivos en la categoría, los paños calientes ya no sirven ni para las sobrecargas. Esto tiene que cambiar. Y ya estamos tardando.

Al menos, los nuestros tuvieron la dignidad postrera de salvarse solos. La victoria en Santander fue meritoria, porque el equipo cántabro juega al fútbol y tiene peloteros desequilibrantes. Hizo falta competir, echarle rasmia y testosterona. La fortuna, esta vez, nos sonrió: nuestros arietes acertaron y un imperial Edgar Badía apareció cuando debía. Así, todos sentimos el alivio específico y la decepción global cuando acabó el partido.

Hoy, ante el Albacete, toca rubricar el cierre con una victoria en propio feudo para acumular tres puntos y algo más de dinero para fichar. Porque, antes de lo que pensamos, estaremos estrenando camisetas, jugadores, eslóganes, ilusiones y presagios de grandeza en la 24-25.

Todo está aún por hacer, ni siquiera sabemos quiénes van a dirigir la nave. Pero nosotros, los de siempre, seguiremos respaldando este sentir, esta pasión, esta leyenda aragonesa llamada Real Zaragoza. Somos su sangre, su corazón, su voz, su alma. Ojalá, por fin, tengamos también piernas, pulmones y cabeza para competir por el ascenso.

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Acerca de michelsunenmontorio

Escritor, publicista y profesor de oratoria.
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